domingo, 16 de agosto de 2009

Anarquia y cristianismo



Construyendo la Comunidad, destruyendo la Propiedad y el Poder

Por Gabriel Barg

A pesar de que a lo largo de la Historia muchos cristianos y anarquistas se han combatido mutuamente, si se observa la teoría y práctica anarquista y la de los primeros cristianos se pueden encontrar evidentes vasos comunicantes. Las diferencias entre ambos movimientos a nivel político están claras. En primer lugar, el cristianismo parte de la prédica en la existencia de Dios y el anarquismo lo niega. En segundo lugar, especialmente durante el siglo XIX y XX, miembros de los dos bandos se combatieron furibundamente. Baste como ejemplo trágico el caso de la Guerra Civil Española. Sin embargo, cabe preguntarse si esos enfrentamientos no tienen que ver con posicionamientos institucionales estratégicos más que con diferencias ideológicas esenciales. Más concretamente con el proceso que lleva a la Iglesia Católica a identificarse con el orden político social imperante de la época (que tiene como paradigma el sistema feudal medieval) y por lo tanto, a oponerse a todo movimiento humano emancipador como sin lugar a dudas lo es el anarquismo. Tomando en cuenta estas consideraciones iniciales, vamos a indagar en las raíces comunes de ambas tradiciones y en las posibilidades de alimentación mutua que puedan existir. Porque como dice el teólogo J. Luis Segundo en el libro sobre la Iglesia de su serie "Teología abierta para el laico adulto", en la actualidad la línea divisoria entre los seres humanos no está constituida por la proclamación explícita de la existencia de Dios o su negación sino por la adhesión o el rechazo a ciertos valores humanos fundamentales. O como lo expresaba el escritor inglés católico G.K. Chesterton con fina ironía: el problema no está en los que no creen en nada sino en los que se lo creen todo.

Tanto el cristianismo como el anarquismo, consideran que la Economía, la Política y la Etica son aspectos de la vida humana indisolubles. Los primeros cristianos ya aplicaban existencialmente este concepto en toda su amplitud. En las comunidades cristianas originales los principios organizativos se relacionaban con una administración específica de los bienes económicos que a su vez, se fundía en una ética determinada. (Hechos de los Apóstoles). En última instancia, la base de la comunidad era la Fe. En la comunidad se fusionan organizativamente los aspectos políticos, económicos y éticos. Los anarquistas del siglo XIX también descubren esta coincidencia en el concepto de comunidad. la característica fundamental de la Comunidad es la Etica que la sostiene. La misma se fundamenta en cierta concepción de la propiedad y el poder.

A nivel conceptual es importante destacar que la separación entre estos ámbitos de la vida humana, es una alienación fruto de una evolución histórica concreta. Marx y los comunistas fueron capaces de darse cuenta de que la Política no podía estar separada de la acción Económica. Para ellos la política liberal era una forma velada más de imponer al pueblo los intereses de la clase burguesa. Por eso para que exista una política "sincera" los medios económicos de producción deben estar en manos del proletariado. Sin embargo, esta apropiación se lleva adelante a través del Estado-Partido y de la legitimación de una ética utilitaria: el asesinato de unos pocos por el bien de la mayoría. Es decir son capaces de superar la división alienante Política/Economía pero no alteran esencialmente el orden imperante porque no subordinan estos aspectos a una Etica que afecta la propiedad y el poder, tal como lo hacían los primeros cristianos y las comunidades anarquistas.

Dejando de lado el contenido específicamente teológico del mensaje de Jesús para analizar la forma concreta en que El y sus seguidores lo encarnaron en la vida socioeconómica real, se puede apreciar como el mensaje cristiano constituye una crítica radical de la propiedad privada. Cuando se le pregunta a Juan que hay que hacer para ser salvados la respuesta es simple y sorprende a sus oyentes: "el que tenga dos capas de una al que no la tiene, y quien tenga qué comer haga lo mismo" (Lc 3, 10-11). Por otra parte, Jesús impone una restricción clara a sus discípulos: no se puede servir a dos patrones, es preciso elegir entre servir a Dios o al Dinero (Mt 6, 24). De esta actitud nace la crítica de Jesús a los ricos y su identificación con los más pobres. Es consciente de que la propiedad privada genera una estructura social donde unos pocos privilegiados viven para adorar al Dinero (aunque se pierdan de vivir la vida real, como el Hombre Rico que atesoraba bienes durante toda su vida) y la mayoría son excluidos de los bienes de la Creación. En este orden de cosas, Jesús nos dice que solo desde el lado de los excluidos y los humildes se pueden entender las verdades de Dios. Al respecto es sumamente rica, la forma en que San Francisco y muchos franciscanos posteriores destacan la no-propiedad como forma de recuperar una relación con la Creación (en palabras mundanas sociedad y naturaleza) distinta. Como concluye J. Bórmida (en su libro "No propiedad. Una propuesta de los franciscanos del siglo XIV", p. 227): "Pero, si hemos comprendido la intuición más propia de la utopía franciscana encerrada en el "Cristo sin propiedades", el núcleo de un mensaje franciscano a las democracias, las emergentes y las caducas, tiene que ser un grito de atención sobre el sistema vigente de propiedad. No se puede hablar de libertad, de participación, de cogestión...de verdadera democracia, cuando la "tenencia de los bienes", culturales, materiales, espirituales, cuando todo el poder de decisión está en manos de muy pocos."

Los anarquistas también son conscientes de la propiedad privada como factor casi ontológico de separación entre los hombres. Proudhon hace la distinción entre propiedad y posesión. La posesión es el uso de los bienes de acuerdo a las necesidades personales; la propiedad tiene que ver con el derecho de determinada persona de disponer de los bienes en toda circunstancia y a su voluntad. Para Proudhon, es necesario abolir la propiedad porque en esencia es un "robo", es la apropiación incorrecta de lo que es común. Esta idea ha sido llevada a la práctica por los anarquistas especialmente a través de la práctica del comunitarismo. Como ejemplos más logrados de estas experiencias se pueden citar las comunidades anarquistas rurales de Aragón durante la Guerra Civil. También innumerables experiencias en todas partes del mundo. Desde esta perspectiva teórica también se han tratado de instrumentar otras formas de gestión comunitaria de los medios de producción y del trabajo como el anarcosindicalismo.

Esta forma de concebir la propiedad se relaciona con la crítica a otra forma de dominación del hombre sobre el hombre: el poder político autoritario. La postura de Jesús ante el mismo es clara: "Los reyes de las naciones (en lenguaje moderno: los políticos) se portan como dueños de ellas y, en el momento en que las oprimen, se hacen llamar bienhechores. Ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes se portará como si fuera el último, y el que manda como el que sirve" (Lc 22, 25-26). Por otra parte, toda la prédica de Jesús se puede entender como un ataque a la teología de los fariseos que legitimaba el orden opresor de la época. Ante esto Jesús cuestiona tanto a los preceptos como a los sacerdotes que los imponen. De ahí la instigación de los propios judíos para que los romanos lo asesinen. La Iglesia que propone Jesús se basa en otro tipo de relacionamiento. No se sostiene en la verticalidad del poder sino en el amor entre los hermanos. Por eso la Iglesia es la Asamblea de los cristianos donde hay pastores cuyas opiniones deben ser escuchadas por su sabiduría, pero donde no deben haber jefes, ni líderes, ni reyes. El anarquismo toma esta concepción del poder y la lleva a cabo a través de instrumentos tales como la federación, la asamblea y la comunidad; siempre realizando una defensa a ultranza de la democracia directa frente a la representativa. Esto se debe a que delegar el poder contribuye a concentrarlo en pocas manos y habilitar el ejercicio del mismo como fin último y no como servicio. Es importante destacar que para los anarquistas esta no es una "deformación" de los que manipulan el poder, como en nuestro tiempo sostienen muchos políticos, sino que es un proceso inherente y necesario al funcionamiento de la maquinaria del poder instituido.

Por todo esto las palabras de Jesús "den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Lc 20, 25) hace referencia a dos formas de vida claramente distinta. La de los poderosos cuyo fin es defender a sangre y fuego la propiedad y el poder, y la que viene a anunciar Cristo. Esta frase no es, como muchas veces se ha entendido, una incitación a que los cristianos no participemos en la vida política de la sociedad, sino que es una exhortación a que lo hagamos atendiendo criterios diferentes al del sistema imperante. A que aprendamos a luchar y a organizarnos en torno a factores diferentes de la propiedad (Capital) y el poder. Por supuesto, esta no es una tarea fácil. Tampoco lo fue para Jesús que nos dice desde el Evangelio: "¿Creen ustedes que yo vine para establecer la paz en la tierra? Les digo que no, sino la división" (Lc 12, 51). Es una tarea de discernimiento para los cristianos en nuestra vida personal y social, la opción por el poder o por los excluidos, en definitiva, adorar a Dios o al "César- Dinero".

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