jueves, 29 de abril de 2010



El hurto
(Cuento de Francisco Pi y Margall)

-¿Qué ocurre?
-Acaban de robarme una boquilla de ámbar que tenia sobre la mesa.
-¿Conoces al ladrón?
-Debió de ser uno que me refirió hace poco la mar de las desventuras y termino por pedirme una limosna.
-¿Se la diste?
-No; no me inspiran lastima hombres que pordiosean pudiendo vivir de su trabajo.
-¿Sabes que lo tiene?
-Se quejo de no haber encontrado hace tiempo en que emplear sus fuerzas. ¿Vas a creerle?
-¿Por qué no? Están llenas las calles de jornaleros que huelgan.
-Los malos.
-Y los buenos. La crisis es grande. No se edifica y sobran millones de brazos.
-La crisis no autoriza al hurto.
-No lo autoriza, pero exige de la sociedad que socorra al que muere de hambre. Se estremece la tierra y vienen a ruina casas y pueblos; saltan de sus márgenes los ríos e inundan los valles. Suena al punto un clamoreo general por que se corra en ayuda de los que padecieron por la inundación o el terremoto. ¿Por qué ha de permanecer muda la sociedad ante los dolores de los que sufren, en apagados hogares y míseros tugurios, las consecuencias de crisis que no provocaron?
-Tratas en vano de disculpar al hurto; consentirlo ya es un crimen. No puede blasonar de cultura la nación donde la confianza falta y la propiedad peligra.
-¿Qué harás entonces con tu presunto hurtador?
-No haré; hice, mande que lo detuvieran y lo llevaran a tribunales.
-¡Por una boquilla de ámbar! ¿Y si resulta inocente?
-No a mí, sino al tribunal corresponde averiguarlo.
-¿Y te crees hombre de conciencia? Reflexiona sobre el mal que hiciste. Has llevado la perturbación, la zozobra y la amargura al seno de la familia. Has impreso en la frente del acusado y de sus hijos una mancha indeleble. Puso el Dios de la Biblia un signo en Caín para que no lo matasen; pone la justicia un signo peor en los que caen bajo su férula. Será inútil que se los manumita; los nublara eternamente la sospecha y los apartara de los otros hombres. ¡Ay de el y de el y de los suyos si por falta de fiador entra en la cárcel! Mantenía el la lumbre del hogar, bien trabajando, bien pordioseando; deberán ahora los hijos ir mendigando para su padre y recibirán en no pocas puertas ultrajes por dadivas. Quisiste castigar al que supones ladrón y sin saberlo ni quererlo descargaste la mano en seres que ningún mal te hicieron.
-¿Debo, pues, consentir que me roben?
-Te diré lo que Cristo respecto a la mujer adultera: castiga al que te robo si te consideras exento de pecado.
-¡Como! ¡Como!
-Ves la paja en el ojo ajeno y no la viga en el tuyo.
-¿Me llamas ladrón?
-Ejerciste un tiempo la abogacía. ¿Estas seguro de haber proporcionado siempre tus derechos a tus trabajo? Eres hoy labrador: ¿vendes los frutos de tu labranza por lo que cuestan?
-¡me ofendes! Nada tome ni tomo contra la voluntad de su dueño.
-Lo tomaste ayer aprovechándote de la ignorancia de tus clientes y lo tomas hoy aprovechándote de la necesidad de tus compradores, como ese desdichado tomo la boquilla de ámbar aprovechándose de tu descuido.
-No castiga ni limita ley alguna los hechos de que me acusas.
-tienes razón: la ley no castiga al que hurta sino al que hurta o defrauda sin arte.
-Eres atrabiliario como ninguno.-Quien a tu juicio, podrá decirse exento de pecado?
-Nadie; lo impide la actual organización económica. Para los hurtadores sin arte bastan los presidios; para los hurtadores con arte, no basta el mundo.

Extraído de "dinamita cerebral" (antología de los cuentos anarquistas mas famosos)

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